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El Mito de Laranea

 

Laranea, una Orende inmortal afamada por su voz, enamorada de András, un humano de la tribu Ahaxio que había perdido su estado de Orende, suplicó a Elineo que le permitiera ser humana también para poder amar a András.

 

Elineo retó a Laranea: “ el próximo año volverás a mostrar tu voz ante todos. Si tu música consigue hacer llorar de emoción recuperarás tu cuerpo humano pero entonces no volverás a cantar”.

 

Laranea anhelaba amar a András y ser madre, pero su naturaleza la arrastraba al canto y a la música.

 

En el lamento y el deseo imaginó la más bella melodía y el día señalado cantó con tanta pasión y melancolía que el pueblo lloró escuchándola. No así los dioses, que no entendían que se pudieran sentir semejantes emociones por otro ser.

 

Laranea pidió al dios Elineo que cumpliera su palabra y la convirtiera en mujer. Elineo le recordó: “Debías hacer llorar tanto a humanos como a dioses y ellos no han llorado”. Nunca dejarás de ser Orende y cultivarás tu talento para darnos el placer de tu voz”.

 

Laranea entonces comenzó su lamento. Lloró, y tanto lloró que sus ojos no supieron frenar el llanto. Las lágrimas saladas fueron penetrando en su garganta, despacio e intensamente.

 

Cuanto más lloraba, más sequedad sentía, tanto en su cuerpo como en su alma y cada vez que tenía que cantar sentía un mayor dolor en su cuello, porque el aire ya no soplaba con la fluidez de antes.

 

Una noche hubo de mostrarse una vez más ante los exigentes dioses. Aunque su tristeza inundaba su alma, siempre que comenzaba a cantar se convertía en un ser alegre. Empezó su melodía entonando unas notas graves y no reconoció su propia voz. Se sentía incómoda y cuando tuvo que esforzarse en dar una nota aguda sintió una punzada de dolor intenso. Su bella voz se convirtió en un terrible alarido. El volumen agudo y desafinado de su voz provocó un terrible daño en el oído de los dioses que la estaban escuchando. Se taparon los oídos y aguantaron los segundos que Laranea tardó en emitir su grito. Nunca más volvería a cantar.

 

Elineo comprendiendo que ya no le sería útil expulsó a Laranea del estado de Orende y ella comenzó su viaje hacia la naturaleza de hembra agarrándose el vientre, en busca de András y aunque nadie escuchó jamás su voz, continuó cantando el resto de su vida, feliz.

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